Claudio Latorre, profesor asociado del Departamento de Ecología UC y responsable de la línea de investigación de Paleoambiente del Centro UC Desierto de Atacama, fue recientemente galardonado por la Geological Society of América con una de las máximas distinciones para investigadores que trabajan en zonas áridas: el Premio “Farouk El-Baz” que cada año entrega la Geological Society of America (Sociedad Geológica de Estados Unidos de América (geosociety.org). De esta forma, se convierte en el primer latinoamericano en recibir este importante galardón, denominado así en honor al científico egipcio-americano del programa APOLO, responsable de estudiar la geología de la luna y los sitios más adecuados para el aterrizaje de la misión espacial.

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Hace algún tiempo, el profesor Latorre explicó cuáles son sus líneas de investigación y cómo se relacionan con el Desierto:

  • Dinámica de los ecosistemas áridos a escalas de siglos y milenio: Las preguntas fundamentales que dirigen mi investigación están enfocadas en entender cómo han respondido los diferentes ecosistemas áridos del sur de Sudamérica a las variaciones del clima y el ciclo hidrológico durante los últimos 50.000 años (conocido informalmente como el Cuaternario tardío). Para esto hemos desarrollado varias líneas de investigación en el laboratorio que utilizan diferentes metodologías, siendo algunas bastante poco “ortodoxas”. Sin embargo, son muy efectivas a la hora de entregar información importante sobre la dinámica espacial y temporal de las especies que componen estos ecosistemas.
  • Cambio biótico en ecosistemas áridos durante los últimos 50.000 años: Desde el Atacama a la Patagonia Argentina, una buena parte de nuestra investigación se basa sobre las extensas colectas de “paleomadrigueras”, acumulaciones orgánicas o nidos fabricadas por roedores habitantes de zonas rocosas. Actualmente, llevamos una base de datos con más de 1200 depósitos de esta naturaleza colectadas por nuestro equipo de investigación en terreno. Las paleomadrigueras contienen numerosos restos de heces, huesos, insectos, y restos vegetales incluyendo polen en abundancia, todo encasillado en orina cristalizada (llamada “amberat” por su consistencia parecida al ámbar). Algunas de ellas tienen más de 50.000 años de edad. Son verdaderos archivos bióticos que han revelado sobre como han fluctuado las comunidades vegetales del desierto a través del tiempo, con profundas implicancias para la biogeografía de estas especies y su conservación.
  • Cambios hidrológicos y ecosistémicos en el núcleo hiperárido del Desierto de Atacama: El Desierto de Atacama es uno de los desiertos más áridos del planeta. Sin embargo, el ciclo hidrológico en este desierto ha sufrido enormes variaciones en el pasado con las importantes consecuencias que esto ha tenido sobre la recarga de los acuíferos. Durante los últimos años, y junto a mis colaboradores y estudiantes, hemos elaborado una cronología de radiocarbono sobre macrorrestos de hojas y restos vegetales, la que establece cuánto ha cambiado este paisaje hiperárido en el pasado reciente. Entre las preguntas que dirigen esta investigacion se encuentran: ¿cuándo existieron estos ecosistemas y por qué desaparecieron? ¿Qué consecuencias tienen el conocer estas variaciones a gran escala sobre cómo utilizamos estos recursos hídricos hoy?
  • Interacciones hombre-ambiente en el norte de Chile: Conocer las fluctuaciones climáticas pasadas con precisión del norte de Chile permite elaborar más en torno a la interacción que existe entre el hombre y su entorno ambiental. Desde esta mirada, el hombre es un componente más de los ecosistemas naturales que lo rodean. En esta línea, existe una fuerte colaboración entre nuestro laboratorio y arqueólogos de la Universidad de Tarapacá y el Centro de Investigaciones del Hombre del Desierto (CIHDE) ubicado en Arica.
  • Nuevas aproximaciones paleoecológicas: En el laboratorio existe una búsqueda permanente por encontrar nuevos sensores para reconstruir las variaciones del clima y la dinámica de los ecosistemas durante el Cuaternario tardío. Estamos investigando temas que van desde la aplicación de variaciones en el tamaño corporal de roedores como la rata chinchilla (Abrocoma) para reconstruir precipitación hasta el uso de isótopos estables de carbono, oxígeno y nitrógeno para estimar variaciones en los ciclos biogeoquímicos a escalas de miles de años.